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DOMINGO DE RAMOS

¡Es Domingo de Ramos! partimos de esta certeza: Hay algo que el COVID-19 no puede paralizar. Repito, hoy es Domingo de Ramos, de un modo imparable hemos llegado al umbral de la Semana Santa. Será algo distinto, sí. Pero el pánico que pretende adormecer al mundo no puede silenciar la alegría y el gozo del corazón de los cristianos por encontrarnos en el pórtico de la Semana Mayor. No es más de lo mismo, porque jamás pasa en balde la vida cuando sigue pasando por delante de nuestra casa, de nuestras familias, aún en medio de este confinamiento globalizado.

Hoy os invito a situarnos también nosotros en esa muchedumbre agolpada en aquel día en torno a la fiesta judía. Ellos y nosotros tenemos, siempre, unas oscuridades que piden ser iluminadas, unas muertes que esperan ser resucitadas. Nosotros estábamos allí. Y lo que allí sucedió entonces, para nosotros sucede hoy. Como ellos gritaban, nosotros alzamos la voz gritando –en estos momentos de la historia si cabe con mayor fortaleza– ¡Bendito el que viene en nombre del Yahvéh! 

El mismo Señor se mostró necesitado desde el comienzo de su Pasión. Mandó a dos de sus discípulos a pedir un asno. Un detalle cargado de humanidad y sencillez, contrapuesto a la cabalgadura del poderío de quienes lo esperarían en el Palacio de Caifás. Son las “necesidades” de un Dios que elige siempre lo pequeño y lo que no cuenta para confundir a los poderosos y creídos. Así podremos reconocer a Jesús en la imagen del Siervo tomando la condición de esclavo, sin hacer alarde de su categoría de Dios y pasando por uno de tantos (Flp 2, 6-11), para poder dar una palabra de aliento a cualquiera que sufra el cansancio y el abatimiento (Is 50, 4-7). 

Nuestra postura más adecuada, la que más corresponde a lo que nuestro corazón espera y necesita es la del reconocimiento agradecido a Quien, por ti, por mí, por nosotros se decide a entrar en Jerusalén y ofrecer su costado traspasado por nuestra redención. No podemos quedarnos como meros espectadores ausentes –este año desde un televisor–, sino adentrarnos en los misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección con la conciencia plena de saber que todo vuelve a suceder con la misma intensidad y veracidad de aquel momento. ¡Comienza la Semana Santa, nada se da por hecho! Él hace nuevas todas las cosas. (Ap 21, 5) 

 

 P. José Antonio Villena García 

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