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 Martes Santo: Jesús no es un orante ingenuo

Nos encontramos insertos ya en plena Semana Santa 2020. La realidad se nos impone y lo que deberían ser preparativos para la Estación de penitencia se deben transformar en preparativos interiores para afrontar con paz este tiempo de coronavirus que nos toca vivir. Hoy Martes Santo, puede ser una buena ocasión para detenernos justo antes de entrar en lo que deberían ser las actividades con más peso de nuestra Hermandad: el traslado y la Estación de penitencia de la madrugada del Jueves al Viernes Santo. Por ese motivo, hoy, es un buen día para orar. Caer en la cuenta de que ya estoy con Dios y orar.

Al igual que hizo Jesús, que se levanta un día de madrugada y se pone a orar (cf. Mc1,35). Se despide de la gente y se pone a orar (cf. Mc 6,46). En Getsemaní (cf. Mc 14,32). La gente acudía a Él, pero en ocasiones se retiraba en soledad a orar (cf. Lc 5, 15). Un día cualquiera se pasó la noche en oración (cf. Lc 6,12). Después de este aluvión de textos, podemos decir que estamos ante un recuerdo histórico insoslayable. Una tradición tan abundantemente atestiguada en los Evangelios, como es esta actitud orante de Jesús, responde a la impresión que el propio Jesús dejó en sus amigos de ser un gran orante. Esta es la invitación para nosotros hoy, orar con Jesús y como Él. Pero no podemos ser ingenuos y orar de cualquier manera, Jesús también nos alerta sobre los peligros de la oración, y más en este tiempo de incertidumbre. 

Jesús fue tremendamente consciente de los peligros de la oración, de los peligros de la espiritualidad. Entre otras cosas, porque Jesús, con cierta perspicacia, sabía que muchas veces la oración se constituye en una suerte de cobertura ideológica donde ocultamos nuestras dimensiones menos reconocidas. Es decir, la oración se puede constituir en un ámbito de verdadero autoengaño. Por tanto me parece significativa esta apreciación a propósito de Jesús. La Iglesia nos alerta siempre de los peligros de la carne y muy pocas veces nos alerta de los peligros del Sagrario. La oración puede ser un lugar de narcisismo y autocomplacencia, puede ser un lugar de ocultación, puede ser un lugar donde establecemos una especie de soliloquio con nosotros mismos, donde no queremos ver nuestra verdad más desnuda, etc. pero es que Jesús habla de esto. Él hace una especie de tratado referido a la espiritualidad. Por eso, apropósito de la oración, Él nos advierte contra una oración mecánica que se resume en palabrearía y que en el fondo es una palabrería tan atropelladamente formulada que está propiciando no escuchar la palabra que Dios tiene para nosotros (cf. Mt 6,7). Jesús también nos advierte contra una oración vanidosa que aparece muy claramente reflejada en ciertos sectores religiosos, donde la oración sería una especie de elemento decorativo, de un cierto perfeccionismo de mi propia autoimagen de creyente (cf. Mt 6,5). Jesús advierte contra una oración cínica donde intentamos “venderle la moto” a Dios (cf. Lc 18,11). Jesús advierte contra la oración alienante, que en el fondo lo que hace es arrancarnos de la vida para favorecer nuestra ocultación de la vida (Mt 7,21) Una oración que lo que está encubriendo es una fuga mundi, una suerte de narcisismo, de huida de la realidad. Jesús advierte también de los peligros de una oración opresora (Mc 12,38-40). Por tanto, Jesús no oró como un orante ingenuo. Es consciente de los peligros que puede engendrar la espiritualidad y ciertas formas de oración. 

La petición de hoy, puede ser pedirle al Señor que nos ayude a salir de estos modos de orar autorreferencialmente para entrar en lo profundo del Misterio de Dios con humildad, despojados de nuestro propio yo, y así dejar que Jesús nos mire, nos abrace y nos deje consolar en este tiempo de Pasión en el que esta nuestro Mundo. 

Por José Castillo Tapia S.J.  

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