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Miércoles santo: Jesús nos urge a orar

Hoy, Miércoles santo es el día del traslado. Los hermanos acompañamos a nuestro titular desde El Salvador hasta San Pedro y San Pablo. Por tanto es un día de bajada, de descenso. Ayer vimos cómo Jesús nos alertaba de los peligros de la oración, pero debemos ser conscientes de que, a pesar de los peligros, Jesús nos urge a orar. Más en un día como hoy, en el que el símbolo de ese Cristo crucificado que baja por las calles del Albaicín, nos habla de ese Dios humilde que se deja transportar por el ser humano, ese Cristo crucificado en el cual arrojamos todo nuestro pecado y nuestra autorreferencia. Hoy Miércoles Santo del 2020, con el coronavirus destruyendo vidas y generando sufrimiento ¿Por qué nos urge a orar Jesús?

Porque Jesús es consciente de que en la oración se pone de manifiesto una suerte de confesión de sentido, en el conjunto de lo real, que acaba siendo decodificado con un suelo amoroso, de misericordia entrañable. Es decir, el nihilista no puede orar, la oración es contraria al nihilismo. El nihilista es el que considera que no hay sentido y, por lo tanto, lo que soporta la realidad es el absurdo. Una actitud tal no capacita para orar, porque la oración, por definición, es abandono en un sentido amoroso que envuelve el conjunto de la realidad. La oración por definición es un “salta que Yo te voy a sustentar”. De esta manera, cuando yo oro estoy, implícita y explícitamente, haciendo una confesión de sentido. Ponerse a orar equivale a decir: “La vida es bella, porque hay un suelo amoroso de misericordia entrañable que todo lo sustenta, que todo lo acoge, que todo lo soporta” y que por lo tanto me puede ofrecer un suelo firme en el que yo posicionarme y pisar. No es de extrañar por tanto, que Santo Tomás de Aquino definiera la oración como actus fidei. Porque la oración es poner en acto la fe. Pero podríamos preguntarnos ¿qué es la fe?: Confianza. ¿qué es la confianza? Predisposición al abandono. ¿qué es el abandono? Dejarse querer.

Por tanto, aquí hay un elemento tremendamente bello: Jesús es alguien que confiesa el sentido. Jesús es alguien que encuentra sentido a la vida, al que le parece bello vivir y por esta razón invita a orar. Pero la pregunta que cabría hacerse aquí es: ¿Cómo oró Jesús?

En primer lugar, tenemos que decir que Jesús siempre que se dirige a Dios lo hace con el apelativo Padre. Pero esto cobra mayor especificidad cuando caemos en la cuenta que la palabra que usa Jesús, para referirse a Dios como Padre, es la palabra aramea “Abba”.

Pero ¿qué significa Abba? Es la primera palabra que un niño judío del siglo I, en el contexto familiar, aprende para dirigirse a su padre. Esta es una palabra que equivaldría a nuestro papá. Esta es la forma concreta de relación de Jesús de Nazaret con el Dios de Israel.

Jesús, dese su oración, diciéndonos a Dios se nos está diciendo a Él mismo: Desvelando el rostro de Dios, nos está diciendo quién se considera Jesús que es: El HIJO. En Jesús hay una conciencia de autoridad que está a la base de la condena a muerte. Es por esto que Jesús nos enseña a orar. Los discípulos de este Rabí Jesús de Nazaret tienen como rasgo identitario en su oración, llamar a Dios, Padre (cf. Lc 11,2-4). Por lo tanto, en Jesús, el Reino orado se llama Abba.

Hoy, miércoles Santo, puede ser un buen día para levantar la cabeza, mirar al cielo, y decir Abbá, Padre, desde lo más profundo de nuestro corazón. Y que el traslado, esta vez sea desde nuestro corazón, al corazón de un Dios Padre que nos ama profundamente.

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