En el primer Ángelus después de su elección, amplificado a todo el orbe a través de los medios de comunicación, el papa Francisco contó, con esa cercana complicidad pastoral que le caracteriza, que había leído un libro del cardenal alemán Walter Kasper, titulado La misericordia, que le había hecho mucho bien. El libro le había ayudado a comprender con más profundidad, si cabe, lo que desde los años de su juventud había sido su experiencia vital y religiosa más profunda. Era algo muy arraigado en él, sobre lo que había predicado desde diferentes púlpitos y situaciones siendo Cardenal Arzobispo en Buenos Aires: “Dios nunca se cansa de perdonar”.
Para Francisco Dios es, fundamentalmente, Misericordia. No son pocos los que han dicho que a Francisco se le recordará como el Papa de la Misericordia. No será extraño. De momento no ha escrito una encíclica sobre el tema, como hiciera el ahora santo Juan Pablo II. Quizá no lo haga, pero, poniéndose por delante en gestos y palabras -todos estamos siendo testigos de ello- nos ha invitado nada menos que a celebrar un Año Santo sobre la Misericordia. Un Jubileo Extraordinario que pueda ayudar a la comunidad cristiana, en esta hora de la Iglesia, a poner en valor lo que es la esencia del Evangelio y a entrar en un serio proceso de conversión hacia ella. El Papa quiere que la Iglesia se ponga en camino realmente y no deje pasar de largo la oportunidad.
Pero, ¿qué es lo que Francisco quiere de ti y de mí en este Año Jubilar? Estas son las diez cuestiones fundamentales que nos ha propuesto el papa Francisco para vivir y celebrar el Jubileo Extraordinario de la Misericordia.

 

I. Tomarse en serio el Jubileo. 

II. Peregrinar hacia la Puerta Santa. 

III. Que la Palabra de Dios ilumine ese peregrinaje. 

IV. Practicar las Obras de Misericordia. 

V. Vivir la Cuaresma de una forma especial. 

VI. Conversión. 

VII. Frecuentar el Sacramento de la Reconciliación-Misericordia. 

VIII. Alcanzar la Indulgencia. 

IX. Dar testimonio de la Misericordia. 

X. Confiarse a María, Madre de Misericordia.

 

 

Fuente: Fernando Prado Ayuso, cmf.