Notas sobre la actual Capilla del Cristo de la Misericordia

     En el año de 1525, el maestro de albañilería Rodrigo Hernández llevaba a término las obras de edificación de una nueva fábrica para la Iglesia Parroquial de San José, erigida veinticuatro años antes en la que había sido mezquita conocida como de los morabitos o ermitaños en pleno corazón de la Alcazaba Cadima1. Asimismo y de forma pareja al curso de la construcción, se concitaban las tareas de dotación y embellecimiento del nuevo templo, en las cuales contribuirían de manera decisiva, como resulta obvio, las pías fundaciones de las familias nobles a la parroquial vinculadas.
     Bajo la jurisdicción de la parroquia dedicada al Santo Patriarca se encontraba la conspicua figura de don Sancho Méndez del Espinar, a la sazón alcalde de Corte del tribunal de la Real Chancillería de Granada, quien adquirió a perpetuidad los derechos de sepultura para sí y su familia en la cuarta capilla del lado del Evangelio, destinada a Capilla del Sagrario, gravando los estipendios correspondientes sobre el mayorazgo fundado en las extensiones del Pago de Fatinafar en la Vega granadina2. Este espacio cultual y funerario, recortado longitudinalmente en sus dimensiones a mediados del siglo XIX3, desde sus mismos orígenes se revistió con piezas de estimable mérito tal cual resulta su excelente cubierta mudéjar de limas moamares y lazo de ocho, con piñas de mocárabes de las que la central se halla desaparecida.
     Entre los ricos fondos del Archivo Histórico Diocesano de Granada, se conserva el Libro Becerro4 en el cual quedó registrada la fundación de una capellanía en este espacio de la Iglesia de San José por el mencionado don Sancho Méndez del Espinar y su esposa doña Isabel Méndez de Salazar. Esta mención podría resultar incluso tautológica, de no ser por la interesante información que es aportada respecto al patrimonio mueble original de nuestra capilla. Así pues, ante el fallecimiento del comitente hacia 15135, doña Isabel se presenta como la responsable primera de conducir a buen puerto la última voluntad de su marido. Para ello, la dedicación de la capilla se ve triplicada, compartiendo su exclusividad el arca eucarística6 con la advocación mariana de Nuestra Señora de la Antigua y el apóstol san Bartolomé. A tal efecto, doña Isabel costea dos nuevos retablos destinados a la ostentación de dichas devociones particulares. Para el primero de ellos, se ocupó personalmente de enviar a unos pintores hasta la Catedral de Sevilla, con el fin de que copiasen el fresco de la Virgen de la Antigua custodiado en aquel templo. Aunque desconocida la autoría, este lienzo que hoy pende sobre los muros de la Iglesia de San Miguel Bajo, fue completado con una interesante molduración gótica, estilo con que esta primera nobleza granadina quería aproximarse a las mismas inclinaciones personales con que los Reyes Católicos habían ordenado la traza de su mismo espacio sepulcral en la Capilla Real.
     Por lo que respecta al otro retablo, el dedicado a San Bartolomé, se trata de una pieza exquisita y única en la ciudad de Granada que, al igual que el anterior, hoy se nos muestra con importantes mutilaciones, fruto de las diversas adaptaciones para nuevos espacios en épocas recientes. El carente de criterio recorte de sus molduras hace pensar indudablemente en una obra que fue originalmente de mayores dimensiones, que incluso pudo presentarse a la manera de inspiración gótico-flamenca de un tríptico, del cual sólo permanece el cuerpo central y no en su totalidad. Fueron respetadas las tres calles inferiores completadas por los trabajos pictóricos atribuidos a Pedro de Cristo7, de las cuales la primera presenta las tablas pasionistas de la Flagelación, la Crucifixión y el Descendimiento, mientras que los misterios mariológicos de la Natividad de la Virgen, la Asunción y Coronación de María, y la Visitación copan la pirámide central. Por último, en los extremos del piso inferior se presentan nuevas tablas con el Martirio de San Bartolomé y el milagro San Bartolomé predicando tras ser desollado, ambas pinturas rematadas con los retratos orantes de los comitentes. El casetón central de esta pirámide inferior era el responsable de romper con la homogeneidad pictórica del retablo, al presentar una pieza escultórica de San Bartolomé Apóstol, desaparecida y sustituida en 1940 —durante la torpe restauración efectuada al retablo8— por una talla de San Sebastián de Escuela Alemana del siglo XV9. El resto de la estructura retablística se completa con guardapolvos de gusto flamígero y añadidos posteriores de inspiración plateresca, que vienen a enmarcar los dos tondos laterales de La Resurrección y La misa de san Gregorio.
     Por lo que resta del citado documento de erección de la capellanía de la familia Méndez de Salazar, tan sólo refleja poco más que la lógica dotación de ornamentos para la capilla por parte de doña Isabel, así como el lapso de interrupción de los beneficios, al presentar los herederos un pleito contra el clero de la Parroquial por incumplimiento del mandato de misas. Con todo, durante la siguiente centuria la Capilla del Santísimo Sacramento, Ntra. Sra. de la Antigua y San Bartolomé permanecería en exclusividad como panteón familiar de los Salazar, periodo del que tan sólo permanece como testigo visible la gran losa sepulcral que cobijó los restos del primogénito de los fundadores y sucesor de su padre en la juraduría, don Alonso Méndez de Salazar, casado con doña Leona de Mendoza9 y fallecido a 29 de abril de 1529, tal cual reza en la inscripción que la recorre.
     No será hasta el último tercio del siglo XVII cuando vuelva a quedar documentada una nueva intervención de importancia en este espacio, al comprar los derechos de sepultura en la misma el pintor de origen tudelano y seguidor de Alonso Cano, don Miguel Pérez de Aibar. Este desconocido artista, se asentaría en marzo de 1664 en la vecindad de San José, mismo año en que formaliza los términos de su sepultura y regala para el embellecimiento de la Capilla del Sagrario dos grandes lienzos de temática mariana, uno hoy perdido de La Virgen con el Niño y otro con el tema de La Inmaculada Concepción —actualmente en la última capilla del lado de la Epístola—10, ambos de clarísima inspiración en los trabajos realizados por Alonso Cano para la Catedral iliberitana. Finalmente, tras la fama ganada por su acendrada devoción mariana, el deceso de Pérez de Aibar llegaría en la mariana festividad de la Asunción del año 1697.
     El declive del espacio custodio del eterno descanso de los Salazar y de Pérez de Aibar llegaría al tiempo de las medidas desamortizadoras de 1835 y aún más se acusaría con la reestructuración de las jurisdicciones parroquiales de la ciudad en 1842. Tanto la exclaustración de la Congregación de Clérigos Menores de San Francisco Caracciolo, como el cierre de su sede cultual en San Gregorio Bético, así como la supresión e igualmente cierre de la vecina Parroquia de San Miguel Bajo, multitud de efectos artísticos y ornamentos litúrgicos vinieron a enriquecer el elenco patrimonial de la Parroquial de San José. Con la llegada de nuevos retablos, tallas y pinturas, surgió la necesidad de dotar de mayor profundidad una reestructuración del templo que ya había comenzado en 1788, con el desmembramiento del retablo mayor renacentista y su sustitución por el actual neoclásico11. La Capilla del Sagrario, por su parte, tan sólo recibirá en este momento el añadido de algunos lienzos y la colocación en su cabecera del Retablo de la Virgen del Pópulo12, que actualmente se expone en la Capilla de la Sagrada Familia. Durante la segunda mitad de la centuria decimonónica, se tomará la decisión de concentrar en este mismo espacio los retablos procedentes de San Gregorio, más concretamente los dedicados al fundador de los Menores, san Francisco Caracciolo —cuya talla es obra de Sánchez Sarabia de 1762—, san Matías y la Virgen con el Niño13. De estos tres, tan sólo ha llegado hasta nuestros días, aunque desprovisto de su predela, el último de ellos, datado en 1530 y cuya preservación es debida sin duda a la delicadeza de su traza plateresca, así como el rasgo italianizante de sus seis tablas, que acercan su atribución al círculo de Pedro Machuca.
     Por las mismas fechas, se toma la acertadísima decisión de trasladar de los muros de la sacristía a la actual Capilla de Jesús del Perdón14, la inigualable efigie de Jesús Crucificado a que diese forma José de Mora hacia 1673. Es de este modo cómo el que hasta 1835 había sido venerado como Cristo de la Salvación en la Iglesia de San Gregorio Bético, asiste a la reactivación de su veneración popular, al volver a ser expuesto a la devoción inmediata de un pueblo que lo intitula nuevamente como Cristo de la Expiración15. Será ya en 1924 cuando, con la fundación de la cofradía del que desde entonces es para Granada el Cristo de la Misericordia, los hermanos de la neonata corporación nazarena tomen la oportuna medida de dignificar la Capilla del Sagrario para dotarla de la nueva dedicación de su amado titular. Será entonces cuando la cabecera de este espacio pase a quedar ocupada por un dosel de damasco púrpura destinado a ostentar la severa efigie del Crucificado de Mora16, quien desde entonces compartiría su definitiva ubicación en el templo con aquel Retablo de San Bartolomé con que dicho espacio obtuvo su configuración inicial, así como con aquel otro Retablo de la Virgen con el Niño que como el nuevo titular de la capilla procedía de los fondos que un día fueron de los Clérigos de San Francisco Caracciolo17.
    Finalmente, será a comienzos de la década de los 70 cuando la Capilla del Santísimo Cristo de la Misericordia adquiera la apariencia con que hoy se nos presenta, al cubrir las paredes con el tejido de damasco burdeos, al que se sobrepone en la parte inferior un zócalo lígneo a base de cuarterones en madera de ébano, cuya tonalidad se decidió imprimir al delicado sagrario barroco de la capilla —hoy igualmente perdido—, que otrora fue dorado y enormemente apreciado18. En definitiva, con la presente recopilación de avatares queda remarcado el carácter vivo de los espacios cultuales que conforman nuestros templos, siembre en obediencia a la evolución y necesidades que la Iglesia y, en este caso concreto, la comunidad parroquial de San José ha requerido a lo largo de sus 514 años de existencia ininterrumpida. Con todo, la capilla que hoy emerge entre esta dilatada historia, como inmejorable ostensorio de la sublimidad con que José de Mora colmó la talla de su Crucificado, puede presentarse con el orgullo y privilegio de aún poder custodiar singularísimas piezas que, a modo de particular eje cronológico, compendian la historia de cinco centurias, mostrándole a Granada la exclusividad de quienes en este devenir han sentido predilección por ella.

 

Fuente: JADG. Boletín Divina Misericordia 2015

 

 

Notas:

  1. GÓMEZ-MORENO GONZÁLEZ, Manuel. Guía de Granada. Granada: Universidad, 1982 (fac.), pp. 455-459.
  2. GARCÍA PULIDO, Luis José y BRAZILLE-NAULET, Virginie. «El Pago agrícola del Fatinafar (Granada) y los elementos patrimoniales conservados en el mismo». En: e-rph (Granada), 6 (2010), [http://www.revistadepatrimonio.es/revistas/numero6/estudiosgenerales/estudios/articulo.php].
  3. GÓMEZ-MORENO GONZÁLEZ, Ob. cit. (1982).
  4. Archivo Histórico Diocesano de Granada: Libro Becerro III (1517-1636), fols. 101-104v.
  5. PEINADO SANTAELLA, Rafael Gerardo. «La oligarquía municipal de Granada en los albores del dominio castellano». En: Edad Media (Valladolid), 14 (2013), pp. 213-237.
  6. Esta arca eucarística tenía la configuración de un templete y presentaba una estructura giratoria, habiéndose usado en los monumentos del Jueves Santo de la parroquia hasta el segundo tercio del siglo XX.
  7. GÓMEZ-MORENO GONZÁLEZ, Ob. cit. (1982).
  8. La última restauración de los retablos de la Capilla del Cristo de la Misericordia fue llevada a cabo entre los años 1995 y 1996 por la Dirección General de Bienes Culturales de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía. Durante la misma, se descubrió la inscripción que permitía constatar una torpe intervención pretérita, fechada el 8 de octubre de 1940.
  9. Archivo de la Real Academia de la Historia: Tabla genealógica de la familia Salazar, vecina de Granada (s.f.), sig.: 9/307, fº 99.
  10. GÓMEZ-MORENO GONZÁLEZ, Ob. cit. (1982).
  11. Ibídem.
  12. Archivo Parroquial de San José: Inventario parroquial (1867), pp. 15-17.
  13. Ibídem. Durante algún tiempo el Cristo de la Misericordia también compartió espacio en la Capilla del Sagrario con la Inmaculada de Mena, la cual fue reubicada en este espacio a finales del siglo XIX.
  14. Archivo Parroquial de San José: Inventario parroquial (1867), p. 31.
  15. GALLEGO BURÍN, Antonio. José de Mora. Granada: Universidad, 1988 (fac.), pp. 78 y ss.
  16. Archivo Parroquial de San José: Inventario parroquial (1922), fols. 35v-36.
  17. Archivo Parroquial de San José: Inventario parroquial (1971), fols. 50 y ss.
  18. Archivo Parroquial de San José: Inventario parroquial (1922), fols. 35v-36. La referencia a la pérdida irreparable de este valioso sagrario figura en una nota al margen posterior.